domingo, 12 de febrero de 2012

Esto SÍ tiene remedio

                                    



Con esfuerzo e ilusión, todo es posible. La sociedad española no se encuentra ante un callejón sin salida, aunque recientemente, los corazones españoles bombeen inseguridad, desconfianza, y sobre todo, desilusión y frustración.
El prestigio de los políticos en España está por los suelos. Actualmente, nadie o casi nadie confía en ellos: los dirigentes europeos giran la cara y el pueblo español… ¡qué decir del pueblo español! Un colectivo de personas que ha podido experimentar como un bipartidismo se aferra a un poder sin precedentes machacando a su pueblo como si de un elefante y unas hormigas insertas en su hormiguero se tratase. Les ha aniquilado su función en la democracia participativa, les ha quitado su hogar, se ha centrado en los bancos y corporaciones, ha eliminado la ilusión de su pueblo, y lo que es aún más importante, de los jóvenes de los que deriva gran parte de las soluciones a toda esta situación. Y ahora bien, ante todo esto, ¿qué credibilidad y reputación pueden tener nuestros políticos? Ellos tienen una fácil solución: echémosle la culpa a la crisis. Por supuesto que sí. Esta crisis es un factor determinante del pésimo ‘status quo’ que azota el mundo de la globalización y las telecomunicaciones, sin embargo, otros muchos problemas que se están viviendo en nuestro país no derivan exclusivamente de la crisis. La respuesta a este panorama es sencilla: la calaña política.


Cierto es que el conjunto de la sociedad española se está viendo afectada por todo este entramado y maraña de problemas de toda índole que resulta muy difícil de desenredar. Sin embargo, como afirman muchos autores y resulta obvio, la juventud de un país es una fuente de energía y vitamina que siempre hay que tener en cuenta. Resulta entristecedor observar como los jóvenes españoles se apagan, los recién licenciados hacen sus maletas para emigrar a Europa, las ganas de vivir desaparecen en España. Un joven es un volcán en erupción, es un torrente de proyectos y metas que estructuran en buena medida el futuro de un país. En España, ese volcán parece mantenerse inactivo desde hace ya algún tiempo.

Sin embargo, la sociedad española ha despertado. El pueblo español nunca se ha caracterizado por sus movilizaciones a gran escala ni por su carácter reivindicativo. Sin embargo, todo tiene un límite, y ese límite se vivió el pasado 15 de mayo  en la emblemática Puerta del Sol de Madrid. La juventud española, acompañada del resto de la sociedad, arrancó lo que se conocerá como el Movimiento 15-M, los indignados, el pueblo que se revela ante un mastodonte opresivo que restringe sus derechos e ilusiones. Fueron muchas las acampadas y asambleas que se celebraron en todas las ciudades de nuestra geografía y fuera de nuestras fronteras. Los medios de comunicación nacionales e internacionales se hicieron eco de semejante movimiento. Lemas como ‘Democracia real ‘YA!  o ‘no somos mercancía de políticos y banqueros’ sacudieron hasta el último rincón de España. De esta manera, las ciencias sociales y políticas acogen un nuevo concepto en su campo, el 15-M, cuyo germen proviene de una generación joven con ganas de luchar por labrarse un futuro digno y por intentar lograr una sociedad más justa teñida de derechos, y en la que las injusticias y privilegios que benefician a las élites dominantes, queden amontonadas en un oscuro trastero.
Se trata por tanto del movimiento de la esperanza, del movimiento de la ingenuidad de millones de personas. Eliminar esta situación no es una utopía, es una meta alcanzable en la que los políticos deben de hacer a su pueblo partícipe de ese camino a recorrer para lograr el objetivo. Esto SÍ tiene remedio, lo único que hay que hacer es despojarse de las aberraciones que se están cometiendo a nivel político, económico, social, para lograr aparcar el inmovilismo del pueblo y confiar en la fuerza y energía de los jóvenes.

Realizando un proceso de involución, se observa como la juventud es la protagonista de ese germen que protagonizará el 15M.  El 30 de marzo se produjo la primera protesta juvenil. Se trataba de una huelga general de estudiantes de toda España en la que protestaban contra el paro, la precariedad laboral, los recortes presupuestarios en la educación, el controvertido Plan Bolonia así como el aumento de las tasas universitarias.
Poco después, el día 7 de abril, la plataforma Juventud sin Futuro, nacida intrínsecamente ligada al entorno universitario, organizó en Madrid una marca contra la crisis económica en la que criticaba la partitocracia como máximo exponente en los inamovibles PP-PSOE.
Por otro lado, apareció el movimiento internauta ‘No les votes’ nacido como reacción a la Ley Sinde, en el que se oponían a la libre distribución de obras, instó a no votar a los partidos que lo apoyaron como fue el caso del PSOE, PP y CiU.
Asimismo, si miramos fuera de nuestras fronteras, diversos países eran testigos de una ola de manifestaciones y reivindicaciones como en Libia, Egipto o Siria. Poco a poco, se iban asentando las bases de lo que posteriormente germinaría con el famoso 15M.  La sociedad española estaba fermentando un sentimiento único y común. Los días iban pasando, las horas se iban quemando, y el despertador estaba a punto de sonar. Una chispa se estaba encendiendo, un fuego capaz de quemar la ardua barrera entre la reflexión y la acción estaba a punto de encenderse y abrasar esos maderos podridos que tanto daño hacían (y hacen) a los españoles.

No importa el tinte que los comicios otorguen a sus ‘ganadores’, no importa absolutamente para nada. El resultado será el mismo, mirar para ellos mismos y no para los que hacen que estén donde estén, impregnados de privilegios y sueldos vitalicios. La democracia participativa se ha ido evaporando como si de un cazo de agua cargado de nuevas ideas e ilusiones se tratase.
De entre varias de las propuestas que saca a la luz este movimiento destaca la relacionada con el sistema electoral, pues nuevamente somos engañados. Esta vez por la denominada ley D’Hont. Realmente, los diputados que se sientan en los escaños del hemiciclo no representan verdaderamente a las personas que los han votado. El 15M propone urgentemente un cambio de la Ley Electoral para que las listas sean abiertas y con circunscripción única. La base de la que parte el movimiento para llevar a cabo esta propuesta es bien sencilla: la obtención de escaños debe ser proporcional al número de votos. Asimismo, este colectivo resultante debería dar una mayor voz al pueblo que lo ha llevado a ese asiento, además de saber escucharlo y entenderlo. No es tarea fácil, pero una vez más, esto SÍ tiene remedio.
El pueblo está pidiendo a gritos una democracia real ipso facto, precisamente, esta oración compone uno de los buques insignia del 15M. Las grandes instituciones del Estado, los grandes partidos políticos han manifestado abiertamente su visión y capacidad para funcionar al margen del ruido molesto de la población. Todos estamos en el mismo barco que navega entre aguas dirigidas en su mayor medida por corporaciones económicas financieras que dictan el grueso de las reglas del juego. Se exige a nuestros políticos y dirigentes una democracia real en la que sean los propios ciudadanos los que tomen las decisiones, un cambio en el sistema en el que el famoso criterio de ‘dentro de lo que cabe esto es lo menos malo’ no acabe justificando el temido inmovilismo de las masas.
Se trata por tanto de un cambio genérico pero resultado de pequeños cambios, de propuestas concretas, consensuadas y votadas que nacen de los propios ciudadanos y no exclusivamente de un partido político votado cada cuatro años.
No se está exigiendo nada descabellado ni se trata de algo del otro mundo. El fin que propone el 15-M está cerca. Aún más próximo se anclaría este objetivo si como ha sucedido, esta oleada coordinada y pacífica se nutre de personas de toda índole que convergen en una mínima inquietud social y que ha provocado una manifestación a nivel nacional en la que todo el mundo tiene cabida.
Cierto es que este movimiento ha aglutinado a todo tipo de personas, clases sociales y edades, sin embargo, especial atención merecen los jóvenes, máximo exponente de las bases de los denominados indignados. ‘Juventud divino tesoro’, ¡qué gran verdad!

De ellos depende el futuro del país (y del mundo en general), sus ganas de luchar son incontenibles, más aún, cuando se trata de una pugna por sus derechos y contra las justicias y aberraciones que están impidiendo labrar con su propio esfuerzo un horizonte esperanzador. Al mencionar horizonte parece siempre vincularse a un puesto de trabajo. Por supuesto que es un pilar esencial, sin embargo, ese horizonte también mira hacia una libertad ciudadana real, a un libre acceso a la cultura o de una vivienda digna, entre muchas otras.

No cabe duda de que las demandas del movimiento 15-M van más allá de la agenda juvenil, pero sí que es cierto que en su génesis y en su núcleo se encuentran los jóvenes.

Si algo debe de cuidar y mimar un gobierno como si de un bebé se tratase es a los jóvenes. La crisis de la institución del trabajo es la que afecta de manera más directa a este colectivo, que puede considerarse de los más damnificados.  La precariedad laboral y temporalidad persistente así como un desempleo alejado del pleno empleo son las principales señales que los jóvenes van encontrando a lo largo de sus caminos.

El 15-M ha roto tópicos. Los indignados han puesto ante los ojos de España y del mundo la capacidad de organización y creación de un grupo homogéneo de jóvenes que aspiran a presentar sus demandas y a dejar de estar en la sombra de las agendas políticas por no haber sido capaces, hasta el momento, de cohesionarse y diseñar políticas útiles y realmente necesitadas por sus ciudadanos.

No se puede olvidar que los jóvenes representan el futuro del que depende un país, y que sin su aportación a la sociedad, los beneficios sociales que disfrutan las personas mayores no existirían.

Por otro lado, nos hallamos ante una de las mayores crisis de legitimidad institucional que se haya podido vivir en España. Ya sean políticas, económicas o sociales, todas generan desafección ciudadana. Sin embargo, nuevamente, los jóvenes son el colectivo peor parado en este campo, especialmente, aquellos que nacieron en la democracia y se caracterizaron por cierto apoliticismo.

Ante esta situación, han despertado y se han dado cuenta de que sus problemas no están incluidos en la agenda política. Esta es la raíz del considerable rechazo juvenil a muchas instituciones, partidos políticos y al ejercicio de la política en general. Consideran que sus intereses y necesidades quedan olvidados y cogiendo polvo en el fondo del gran baúl de los privilegios y caprichos de los políticos. Los jóvenes comienzan a abrir sus ojos, empiezan a ver que esto SÍ tiene remedio.

De esta manera, se observa como la situación de España es tremendamente complicada en estos momentos. Cinco millones de parados es más que un dato. Conviene detenerse ante este dato y reflexionar lo que realmente supone esta escalofriante cifra. Más de cinco millones de familias españoles sufren día a día por encontrar un empleo, un salario digno, a la par que luchan por intentar mantener su vivienda (entre otras cosas). A ello, hay que sumarle que la tasa de de desempleo juvenil en nuestro país es la más alta de la Unión Europea.

Los españoles se esfuerzan día tras día en formar a sus jóvenes desde que entran en el parvulario hasta que, en muchísimas ocasiones, salen licenciados y con una elevada cualificación. Es obvio que el gasto que este proceso supone es sumamente importante, sin embargo, ¿de qué sirve este esfuerzo común de toda la sociedad española si estos jóvenes al finalizar su formación no encuentran trabajo y tienen que dirigir sus miradas fuera de nuestras fronteras? España se está convirtiendo en los últimos tiempos en una auténtica fábrica de crear cerebros y grupos altamente cualificados (ingenieros, profesores, biólogos, médicos…) que al terminar sus estudios, hacen sus maletas y emigran a países como Gran Bretaña, Alemania o Francia.

‘Mi hijo ha terminado la carrera, pero como aquí no hay trabajo, se ha ido a Inglaterra a ver si encuentra algo’. Esta frase se ha convertido en una práctica cada vez más usual entre los españoles. Licenciados universitarios españoles emigran en busca de empleo para no entrar a formar parte de la ‘generación perdida’.

Ante esta situación, se puede llegar a un punto en el que empecemos a verle sentido a las paradojas, comencemos a no ver cosas que realmente están ocurriendo por mucho que no queramos verlas. Estos emigrantes empiezan a no valorar la titulación universitaria ni a verle su utilidad en el paralizado mercado laboral español. Una amenaza muy importante azota nuestro país: las universidades se están devaluando.

Sumidos en este panorama, cualquier cosa parece mejor que llamar inútilmente a la puerta de las empresas españolas’. Emigrar se ha convertido en la mejor vía de solución para encontrar un empleo que nuestro propio país no puede ofrecer.

España se encuentra entre los seis países europeos con un mayor porcentaje de población joven que expresa su deseo de coger las maletas e iniciar una nueva etapa en otro país. La mayor parte de ellos gira en torno a la disyuntiva: ampliar estudios o encontrar un trabajo. Únicamente, Islandia, Suecia, Bulgaria, Rumanía y Finlandia nos supera en este aspecto. En el lado opuesto encabezaría el ranking Turquía, Italia y Holanda.

La crisis ha cambiado los tópicos. Ya no se busca un trabajo maravilloso para tener dinero. Hace ya mucho tiempo que dejo de existir esa opción. Ahora, el fin es encontrar trabajo. El horizonte del mercado laboral ya se ha desdibujado, tu ciudad, tu provincia o comunidad autónoma ya quedaron atrás. La vista de las personas que buscan empleo mira a Europa o al resto del mundo. Así, la globalización ya no se reduce a las telecomunicaciones, Internet, economía etc… ésta también incluye ya flujos migratorios.

Ante esta alarma que suena hasta en el último rincón de España, la juventud española pide al 15-M que pase de la denuncia a la acción para comenzar a cambiar las cosas. No debemos acomodarnos en los sofás de nuestras viviendo criticando el complicado panorama en el que estamos inmersos. No se puede reprochar a los políticos que cambien las cosas siendo sujetos pasivos. Además, los jóvenes han de luchar por eliminar lo que muchos consideran la generación ‘ni-ni’, es decir, ni estudias ni trabajas.

Según el estudio realizado por la consultora PwC, el porcentaje de jóvenes españoles que trabajará en el extranjero se incrementará en el 2050 en un 50% como consecuencia directa de la anteriormente mencionada globalización. En sentido, el informe refleja que entre los jóvenes nacidos a partir de 1980, el 82% ha expresado su deseo de trabajar fuera de España y un 70% está convencido de que no empleará su lengua materna para el ejercicio de su trabajo.

Si le damos la vuelta y presentamos la otra cara de la moneda, resulta curioso observar que los cinco millones de inmigrantes que recibió España durante la  bonanza económica de finales del siglo pasado y comienzos del actual, permanecen estáticos en el país a pesar de los elevados índices de desempleo que registran.

Por este motivo, entre muchos otros, cada vez son más los jóvenes españoles que optan por buscar un desarrollo profesional en el extranjero. Así, debido a todo este entramado de problemas a los que se tienen que enfrentar, provoca que toda su formación y aprendizaje sea utilizada para desarrollar e implementar  a otros países de la Unión Europea. ¿Se aprovechan de nosotros? No, simplemente no somos capaces de generar un sistema adecuado, y por lo tanto, ese es el premio.

Junto al paro y a la emigración juvenil, la relación puesto de trabajo y personal que ejerce esa profesión  no es la mejor en estos momentos, siendo una vez más los jóvenes los más damnificados. Resulta entristecedor que nuestro país no sea capaz de corresponder con un empleo digno y a la altura de su cualificación a la generación más formada de nuestra historia contemporánea. El 44% de los titulados superiores españoles de entre 25 y 29 años ocupan puestos de trabajo de cualificación inferior a sus estudios frente a la media del 23 por ciento de la OCDE, según datos del informe ‘Panorama de la Educación’ 2010.

Los motivos principales que justifican este tipo de alteraciones giran en torno al incremento del nivel educativo de la población, los desajustes que se dan en las estructuras de las ocupaciones y las distorsiones del mercado laboral. Estas circunstancias dificultan de forma considerable el acceso al empleo de los universitarios, devaluando así los títulos académicos, creando un movimiento hacia los ámbitos  administrativos y descendiendo la ventaja relativa de los titulados. En este marco, la búsqueda de empleo es determinante, debido a que pasado un determinado tiempo los incentivos del joven a aceptar cualquier tipo de trabajo con independencia de que su nivel educativo supere al que se requiere en la ocupación.

Por otra parte, hay que mencionar que estos jóvenes son quienes se han visto más afectados por la destrucción de empleos el pasado año. Se habla mucho del elevado número de personas que han perdido su puesto de trabajo, sin embargo, la mayor parte de la población no es consciente de que casi el 60% de dichos trabajos eran desempeñados por jóvenes de entre 16 y 29 años, según refleja la Encuesta de Población Activa (EPA) difundida por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Concretamente, de los 600.600 empleos que desaparecieron en 2011, 356.600 se concentraban en este sector de población, ceñido primordialmente entre los 20 y 29 años, dando como resultado la pérdida de un 59,37% de ocupación en el ejercicio.

La población española no debe permanecer inmóvil ante este tsunami de datos escalofriantes. Dejémosle el hieratismo y la rigidez a los egipcios que tanto les gustaba ver en sus esculturas y afrontemos de cara y unidos el desempleo juvenil, uno de los problemas más graves de la economía española.

La sociedad española aún no consciente del todo del peligro que esta situación puede provocar, pues estamos experimentando casi sin darnos cuenta una peligrosa huida de conocimiento que obstaculizará nuestro desarrollo hacia una economía de valor añadido.

Todo este conjunto de factores desemboca en lo que algunos denominan ‘la generación decepcionada’. Es cierto que toda Europa se ve sacudida por una intensa recesión que va hiriendo jóvenes de manera desproporcionada. Sin embargo, España es uno de los países que peor sabe afrontar esta situación. En esta senda, el movimiento 15-M quiere presentar y sacar a la luz los responsables que han dado pie a ello.

Por otra parte, es preciso tener en cuenta que una de cada tres personas menores de 25 años está sin trabajo. Gran parte de este colectivo no cuenta con un marco de referencia para posicionarse de manera clara sobre lo que está sucediendo. Crecieron a lo largo de dos décadas de bonanza y de potente desarrollo económico, asumiendo así que serían mejores que sus padres, al igual que éstos lo fueron respecto a su generación pasada. Los smartphones, la Wii o los ordenadores portátiles no han sido siempre los regalos que los Reyes Magos de Oriente dejaban bajo la chimenea.

Los jóvenes españoles no pueden comprar sus propias casas. Muchos de ellos se han visto forzados incluso a volver a la de sus padres. Una generación completa está viviendo en primera persona como se desmoronan sus ambiciones como si de un castillo de chocolate expuesto al sol se tratase.

A pesar de la grave situación, todos somos conscientes de que esto SÍ  tiene remedio. Una de ellas es el carácter emprendedor. Emprender es sinónimo de creación de empleo, de ilusión, de creatividad. Precisamente, estos son varios de los ingredientes esenciales que necesita nuestro país para salir de esta espiral infernal.

El movimiento 15-M aboga por esta salida como uno de los ejes imprescindibles para salir de la crisis. Por ello, luchan contra bancos y banqueros y contra el sistema corrupto en general para que todo vuelva a la normalidad y los créditos puedan llegar a esos emprendedores que dibujan en un folio en blanco su sueño. El 20% de los universitarios y jóvenes profesionales españoles interesados en hacer un máster quieren ser emprendedores.

Nuestro país no se caracteriza precisamente por este carácter rompedor y creativo, sin embargo, la escasa salida laboral para los universitarios y la inseguridad actual del mercado económico se ha traducido en un incremento del espíritu emprendedor y en la ilusión de crear tu propia empresa.

El 20% de los universitarios y jóvenes profesionales españoles interesados en hacer un máster le gustaría montar su propio negocio en un futuro, según los datos extraídos del estudio realizado por Círculo Formación, consultora especializada en educación y estudios de postgrado.

De esta manera, la cifra de jóvenes que ha presentado su propio proyecto de montar una empresa ha aumentado un 3% en los últimos años. La explicación es muy sencilla: si no me dan trabajo, me lo fabrico yo mismo, es decir, ante la ausencia de alternativas laborales y la inseguridad del mercado actual, el colectivo juvenil opta por empezar de cero y construir su propio negocio.

Como puente de acceso a este negocio del que venimos hablando, hasta un 40% de jóvenes españoles decide realizar un máster financiado mediante sus propios ahorros para realizar de una manera mucho más segura y profesional sus proyectos profesionales.  Esta acción demuestra de una forma clara el interés que este colectivo despierta por tener una formación más allá de la universidad.

Parece que se vislumbran atisbos de esperanza e ilusión, pero, ¿cómo lograr un crédito en plena época de crisis? ¿De dónde sacar el dinero que requiere montar un negocio ante la espalda que todos los bancos muestran en la mayor parte de las ocasiones? He ahí el problema.

Por este motivo, entre muchos otros, el 15-M pide a la banca pública que ‘abran el grifo’ de los créditos. Los indignados luchan por volver a poner sobre la mesa la necesidad de volver a crear una banca pública teñida de democracia, transparencia y libre de especulaciones.

Los integrantes del 15-M se organizan para lograr que la actual infraestructura de las cajas de ahorros sirva de base para la creación de una banca pública REAL, que ponga a disposición de los ciudadanos y  de los proyectos económicos de más interés social el crédito necesario para poder realizarlos. O lo que es aún más importante, que cumpla su función de proveedor de créditos a familias, proyectos de jóvenes emprendedores y a empresas. A corto plazo parece algo inalcanzable, incluso debido a la gran desconfianza de la sociedad hacia nuestro sistema, algunos ven algunas de estas salidas con tintes utópicos, sin embargo, el pueblo debe unirse más que nunca y salir juntos de esta crisis, pero hemos de tener muy claro que esto SÍ tiene remedio.

El 15-M propone algunas medidas que muestran algunas salidas ante las injusticias bancarias o el desempleo que deberían tenerse más en cuenta que otros aspectos irrelevantes que en estos momentos preocupan a nuestros políticos. Los indignados demandan un reparto del trabajo fomentando las reducciones de jornada y la conciliación laboral hasta aniquilar el desempleo estructural, una jubilación a los 65 años evitando los aumentos de la edad de jubilación para acabar con el desempleo juvenil, bonificaciones para empresas con menos de un 10% de contratación temporal o seguridad en el empleo (imposibilidad de despidos colectivos o por causas objetivas en las grandes empresas mientras haya beneficios, fiscalización a corporaciones importantes para asegurar que nocubren con trabajadores temporales que podrían ser fijos).
Paralelamente, los indignados claman un urgente control de las entidades bancarias. La continuidad de este sistema es insostenible, y por ello, proponen la prohibición de cualquier tipo de rescate o inyección de capital a estas entidades, la elevación de los impuestos a la banca estableciendo un sistema directamente proporcional al gasto social ocasionado por la crisis derivada de su mala gestión, la devolución a las arcas públicas todo el capital público aportado o la prohibición de inversión de bancos españoles en paraísos fiscales, entre otras.

Existen alternativas, existen esperanzas. Los jóvenes deben de ser los primeros en autoconcienciarse de la enorme responsabilidad que el país le ha otorgado casi sin planificarlo, apenas sin darse cuenta. Por supuesto, la juventud no es la única encargada de solucionar esta injusta situación, pero sí la que tiene la mayor parte de las cartas entre sus manos.

El 15-M no es el único que confía en los jóvenes como vía canalizadora de la crisis en la que cada uno de nosotros estamos sumergidos. También, grandes economistas, sociólogos, científicos y el propio colectivo ciudadano les otorga una gran confianza y extienden sus manos hacia ellos.

Eduard Punset afirmó el pasado mes de noviembre en el Salamanca Social Science Festival el ‘compromiso’ que los jóvenes tienen que liderar para encauzar una salida a la crisis. El economista y pensador asegura además la importancia y el uso que adquieren Internet y las redes sociales en concreto como antídoto para esta enfermedad. Tal y como afirmó, ‘los jóvenes tienen el gran compromiso de liderar la salida de la crisis, de una situación que no es cómoda’. Además, aprovechando su intervención, les recordó la enorme responsabilidad que tienen, porque si lo hacen mal, no se lo perdonarán.

Asimismo, comentó: ‘al igual que en la antigüedad, cuando la manada estaba en una situación de crisis, siempre se buscaba un liderazgo joven que pudiera recogerse los pantalones, y si la crisis era atravesar un río, que lo cruzara para alentar a los demás a hacerlo después’.



España necesita otro modelo de crecimiento y empleo. Esto SÍ tiene remedio. A pesar de las diferentes vías que marcan nuestros pensadores, el primero que tiene que creer en un futuro mejor  es el pueblo español. La unión hace la fuerza, ¡qué gran verdad! Necesitamos un cambio de rumbo, un giro de 360º que comience asentando un nuevo modelo productivo. Sin embargo, no hay que engañarse, para lograr ese futuro es imprescindible la intervención del Estado. No cabe duda, el pueblo necesita obligatoriamente su participación, eso sí, con un pequeño matiz sumamente importante: una acción sometida al control democrático de sus ciudadanos.

Niños, jóvenes, adultos, ancianos, todos han de luchar y combatir hasta llegar al verdadero Estado Democrático y Social de Derecho. Es necesario aniquilar la idea que impide soñar. Asimismo, es hora de sacar la coraza e ignorar a aquellos que dicen que en un mundo globalizado y ferozmente competitivo ya no es posible permitirse el lujo de vivir en un Estado de Bienestar. Curiosamente, quienes sostienen esta hipótesis son exactamente los mismos que no fueron capaces de predecir ni manejar la gran crisis que estalló ante sus miradas en el pasado verano del año 2008.

El despertador debe de sonar. El pueblo debe levantarse de sus camas y pedir responsabilidades a ese grueso de líderes que nos han sumergido en esta ola. Hay que andar, correr, saltar, gritar, la movilización es la clave, la cooperación y presentación de propuestas, el camino, y recuperación de la ilusión y la dignidad, el destino. Claro que sí, juntos podemos. Esto SÍ tiene remedio.

Los indignados han abierto los ojos a la sociedad española. Han mostrado a  España y al mundo que estamos siendo condicionados a pensar que debemos poner nuestro futuro en manos de los políticos, de tal forma que parece que obviamos nuestra incapacidad de manejar correctamente los problemas que nos acechan. El pueblo se ha acostumbrado a entregarse a ellos, sin embargo, desde el pasado 15 de mayo esta dinámica, esta amenaza, cambió.

España es un gran país habitado por grandes personas. No debemos dejar que nuestros  políticos se hagan dueños de nuestras ilusiones y objetivos, y mucho menos, de las de los jóvenes que deben impulsar nuestra nación. Continuando esta línea, cabe destacar la carta que Jesse Ventura, x-gobernador de Minnesota, escribió a los dirigentes del mundo:

“Ustedes controlan el mundo.

Ustedes han envenenado el aire que respiramos, contaminado el agua que bebemos, y se han apropiado de los alimentos que comemos.

Luchamos en sus guerras, morimos por su causa, sacrificamos nuestras libertades para protegerlos.

Ustedes han liquidado nuestros ahorros, destruyeron nuestra clase media, y utilizan el dinero de nuestros impuestos para rescatar su codicia sin fin. Somos esclavos de sus empresas, zombis de sus dictados,  y los siervos de su declive.

Con artimañas legales han robado nuestras elecciones, han asesinado a nuestros líderes, y han privado a los humanos de sus derechos fundamentales.

Ustedes son dueños de nuestros activos, quitan nuestras fuentes laborales y destrozan nuestros sindicatos.

Ustedes se han beneficiado de los desastres que provocan, desestabilizan nuestras monedas, y elevan el costo de vivir a conveniencia.

Ustedes se han apoderado de nuestra libertad, despojado nuestra educación, y extinguido nuestra llama de esperanza… Estamos afectados… Estamos heridos… Pero no tenemos tiempo para sangrar.

Vamos a poner a los gigantes de rodillas y asistiréis a nuestra revolución.”

Y así fue. La revolución llegó canalizada en el movimiento 15-M impulsado por los jóvenes para toda sociedad. España se unió para reclamar sus derechos y pedir el fin de las injusticias y aberraciones que se están cometiendo.

La idea de igualdad está muy fuertemente prendida en la gente joven. A pesar de que no hayan necesitado luchar por ella, entienden a la perfección como cualquier ser vivo cuando les falta algo. Por ello, si el sistema actúa a contracorriente de la voluntad general, unamos fuerzas y cambiémoslo. Esto SÍ tiene remedio.

Está claro. La indignación es un comienzo para marcar el inicio del cambio. ‘Uno se indigna, se levanta y después ya ve’, señalaba Daniel Bensaid. En España se ha ido pasando de manera progresiva del malestar a la indignación y de ésta a la movilización. Por lo tanto, nos hallamos ante una ‘indignación movilizada’. Estableciendo un paralelismo, se podría afirmar que se ha pasado del terremoto de la crisis al gran tsunami de la movilización social.

Cuando una persona inicia una lucha, no se ciñe exclusivamente a su malestar e indignación, sino también debe de creer en la utilidad de la acción colectiva, en que todo es posible de vencer y en que no todo está perdido antes de empezar.

Es cierto que en el Estado español hemos conocido durante años diferentes movimientos sociales que han finalizado en derrotas. La ausencia de victorias que muestren la verdadera utilidad de la movilización social y refuercen un incremento en las expectativas de lo posible ha influido de forma determinante en la lenta reacción inicial del pueblo español de cara a la crisis.

Sin embargo, esa fase acabó. El 15-M rompió esta espantosa dinámica. En gran parte, debemos dar las gracias al mundo árabe, que a través de sus revoluciones y protestas, España despertó y pudo ver que la acción colectiva sí es verdaderamente útil, y poco a poco, fue creyendo en que esto SÍ tiene remedio.

Junto al convencimiento de que sí es posible, de que las cosas se pueden cambiar, la pérdida del miedo pasa a un primer plano, pues en un momento de crisis tan profundo como el actual, este hecho es determinante. Además, ‘sin miedo’ se ha convertido en uno de los eslóganes del movimiento 15-M.

En definitiva, es hora de crear un mundo mejor, es hora de poner las cartas sobre la mesa. La rebelión de los indignados engloba todo este conjunto de ideas de las que hemos venido hablando en una síntesis clara y teñida de esperanza:

“Somos personas normales y corrientes. Somos como tú: gente que se levanta por las mañanas para estudiar, para trabajar o para buscar trabajo, gente que tiene familia y amigos. Gente que trabaja duro todos los días para vivir y dar un futuro mejor a los que nos rodean.

Unos nos consideramos más progresistas, otros más conservadores. Unos creyentes, otros no. Unos tenemos ideologías bien definidas, otros nos consideramos apolíticos… Pero todos estamos preocupados e indignados por el panorama político, económico  y social que vemos a nuestro alrededor. Por la corrupción de los políticos, empresarios, banqueros… Por la indefensión del ciudadano de a pie.

Esta situación nos hace daño a todos diariamente. Pero si todos nos unimos, podemos cambiarla. Es hora de ponerse en movimiento, hora de construir entre todos una sociedad mejor”.


Esto SÍ tiene solución.



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