Con
esfuerzo e ilusión, todo es posible. La sociedad española no se encuentra ante
un callejón sin salida, aunque recientemente, los corazones españoles bombeen
inseguridad, desconfianza, y sobre todo, desilusión y frustración.
El
prestigio de los políticos en España está por los suelos. Actualmente, nadie o
casi nadie confía en ellos: los dirigentes europeos giran la cara y el pueblo
español… ¡qué decir del pueblo español! Un colectivo de personas que ha podido
experimentar como un bipartidismo se aferra a un poder sin precedentes machacando
a su pueblo como si de un elefante y unas hormigas insertas en su hormiguero se
tratase. Les ha aniquilado su función en la democracia participativa, les ha
quitado su hogar, se ha centrado en los bancos y corporaciones, ha eliminado la
ilusión de su pueblo, y lo que es aún más importante, de los jóvenes de los que
deriva gran parte de las soluciones a toda esta situación. Y ahora bien, ante
todo esto, ¿qué credibilidad y reputación pueden tener nuestros políticos?
Ellos tienen una fácil solución: echémosle la culpa a la crisis. Por supuesto
que sí. Esta crisis es un factor determinante del pésimo ‘status quo’ que azota
el mundo de la globalización y las telecomunicaciones, sin embargo, otros
muchos problemas que se están viviendo en nuestro país no derivan
exclusivamente de la crisis. La respuesta a este panorama es sencilla: la
calaña política.
Cierto
es que el conjunto de la sociedad española se está viendo afectada por todo
este entramado y maraña de problemas de toda índole que resulta muy difícil de
desenredar. Sin embargo, como afirman muchos autores y resulta obvio, la
juventud de un país es una fuente de energía y vitamina que siempre hay que
tener en cuenta. Resulta entristecedor observar como los jóvenes españoles se
apagan, los recién licenciados hacen sus maletas para emigrar a Europa, las ganas
de vivir desaparecen en España. Un joven es un volcán en erupción, es un
torrente de proyectos y metas que estructuran en buena medida el futuro de un
país. En España, ese volcán parece mantenerse inactivo desde hace ya algún
tiempo.
Sin
embargo, la sociedad española ha despertado. El pueblo español nunca se ha
caracterizado por sus movilizaciones a gran escala ni por su carácter
reivindicativo. Sin embargo, todo tiene un límite, y ese límite se vivió el
pasado 15 de mayo en la emblemática
Puerta del Sol de Madrid. La juventud española, acompañada del resto de la
sociedad, arrancó lo que se conocerá como el Movimiento 15-M, los indignados,
el pueblo que se revela ante un mastodonte opresivo que restringe sus derechos
e ilusiones. Fueron muchas las acampadas y asambleas que se celebraron en todas
las ciudades de nuestra geografía y fuera de nuestras fronteras. Los medios de
comunicación nacionales e internacionales se hicieron eco de semejante
movimiento. Lemas como ‘Democracia real
‘YA! o ‘no somos mercancía de políticos y banqueros’ sacudieron hasta el
último rincón de España. De esta manera, las ciencias sociales y políticas
acogen un nuevo concepto en su campo, el 15-M, cuyo germen proviene de una
generación joven con ganas de luchar por labrarse un futuro digno y por
intentar lograr una sociedad más justa teñida de derechos, y en la que las injusticias
y privilegios que benefician a las élites dominantes, queden amontonadas en un
oscuro trastero.
Se
trata por tanto del movimiento de la esperanza, del movimiento de la ingenuidad
de millones de personas. Eliminar esta situación no es una utopía, es una meta
alcanzable en la que los políticos deben de hacer a su pueblo partícipe de ese
camino a recorrer para lograr el objetivo. Esto
SÍ tiene remedio, lo único que hay que hacer es despojarse de las
aberraciones que se están cometiendo a nivel político, económico, social, para
lograr aparcar el inmovilismo del pueblo y confiar en la fuerza y energía de
los jóvenes.
Realizando
un proceso de involución, se observa como la juventud es la protagonista de ese
germen que protagonizará el 15M. El 30
de marzo se produjo la primera protesta juvenil. Se trataba de una huelga
general de estudiantes de toda España en la que protestaban contra el paro, la
precariedad laboral, los recortes presupuestarios en la educación, el
controvertido Plan Bolonia así como el aumento de las tasas universitarias.
Poco
después, el día 7 de abril, la plataforma Juventud sin Futuro, nacida
intrínsecamente ligada al entorno universitario, organizó en Madrid una marca
contra la crisis económica en la que criticaba la partitocracia como máximo
exponente en los inamovibles PP-PSOE.
Por
otro lado, apareció el movimiento internauta ‘No les votes’ nacido como
reacción a la Ley Sinde, en el que se oponían a la libre distribución de obras,
instó a no votar a los partidos que lo apoyaron como fue el caso del PSOE, PP y
CiU.
Asimismo,
si miramos fuera de nuestras fronteras, diversos países eran testigos de una
ola de manifestaciones y reivindicaciones como en Libia, Egipto o Siria. Poco a
poco, se iban asentando las bases de lo que posteriormente germinaría con el
famoso 15M. La sociedad española estaba
fermentando un sentimiento único y común. Los días iban pasando, las horas se
iban quemando, y el despertador estaba a punto de sonar. Una chispa se estaba encendiendo,
un fuego capaz de quemar la ardua barrera entre la reflexión y la acción estaba
a punto de encenderse y abrasar esos maderos podridos que tanto daño hacían (y
hacen) a los españoles.
No
importa el tinte que los comicios otorguen a sus ‘ganadores’, no importa
absolutamente para nada. El resultado será el mismo, mirar para ellos mismos y
no para los que hacen que estén donde estén, impregnados de privilegios y
sueldos vitalicios. La democracia
participativa se ha ido evaporando como si de un cazo de agua cargado de
nuevas ideas e ilusiones se tratase.
De
entre varias de las propuestas que saca a la luz este movimiento destaca la
relacionada con el sistema electoral, pues nuevamente somos engañados. Esta vez
por la denominada ley D’Hont. Realmente, los diputados que se sientan en los escaños
del hemiciclo no representan verdaderamente a las personas que los han votado.
El 15M propone urgentemente un cambio de la Ley Electoral para que las listas
sean abiertas y con circunscripción única. La base de la que parte el
movimiento para llevar a cabo esta propuesta es bien sencilla: la obtención de
escaños debe ser proporcional al número de votos. Asimismo, este colectivo
resultante debería dar una mayor voz al pueblo que lo ha llevado a ese asiento,
además de saber escucharlo y entenderlo. No es tarea fácil, pero una vez más, esto
SÍ tiene remedio.
El
pueblo está pidiendo a gritos una democracia real ipso facto, precisamente, esta oración compone uno de los buques
insignia del 15M. Las grandes instituciones del Estado, los grandes partidos
políticos han manifestado abiertamente su visión y capacidad para funcionar al
margen del ruido molesto de la población. Todos estamos en el mismo barco que
navega entre aguas dirigidas en su mayor medida por corporaciones económicas
financieras que dictan el grueso de las reglas del juego. Se exige a nuestros
políticos y dirigentes una democracia real en la que sean los propios
ciudadanos los que tomen las decisiones, un cambio en el sistema en el que el
famoso criterio de ‘dentro de lo que cabe esto es lo menos malo’ no acabe
justificando el temido inmovilismo de las masas.
Se
trata por tanto de un cambio genérico pero resultado de pequeños cambios, de
propuestas concretas, consensuadas y votadas que nacen de los propios
ciudadanos y no exclusivamente de un partido político votado cada cuatro años.
No
se está exigiendo nada descabellado ni se trata de algo del otro mundo. El fin
que propone el 15-M está cerca. Aún más próximo se anclaría este objetivo si
como ha sucedido, esta oleada coordinada y pacífica se nutre de personas de
toda índole que convergen en una mínima inquietud social y que ha provocado una
manifestación a nivel nacional en la que todo el mundo tiene cabida.
Cierto
es que este movimiento ha aglutinado a todo tipo de personas, clases sociales y
edades, sin embargo, especial atención merecen los jóvenes, máximo exponente de
las bases de los denominados indignados. ‘Juventud divino tesoro’, ¡qué gran
verdad!
De
ellos depende el futuro del país (y del mundo en general), sus ganas de luchar
son incontenibles, más aún, cuando se trata de una pugna por sus derechos y
contra las justicias y aberraciones que están impidiendo labrar con su propio
esfuerzo un horizonte esperanzador. Al mencionar horizonte parece siempre
vincularse a un puesto de trabajo. Por supuesto que es un pilar esencial, sin
embargo, ese horizonte también mira hacia una libertad ciudadana real, a un
libre acceso a la cultura o de una vivienda digna, entre muchas otras.
No
cabe duda de que las demandas del movimiento 15-M van más allá de la agenda
juvenil, pero sí que es cierto que en su génesis y en su núcleo se encuentran
los jóvenes.
Si
algo debe de cuidar y mimar un gobierno como si de un bebé se tratase es a los
jóvenes. La crisis de la institución del trabajo es la que afecta de manera más
directa a este colectivo, que puede considerarse de los más damnificados. La precariedad laboral y temporalidad
persistente así como un desempleo alejado del pleno empleo son las principales
señales que los jóvenes van encontrando a lo largo de sus caminos.
El 15-M ha roto tópicos.
Los indignados han puesto ante los ojos de España y del mundo la capacidad de
organización y creación de un grupo homogéneo de jóvenes que aspiran a
presentar sus demandas y a dejar de estar en la sombra de las agendas políticas
por no haber sido capaces, hasta el momento, de cohesionarse y diseñar
políticas útiles y realmente necesitadas por sus ciudadanos.
No
se puede olvidar que los jóvenes representan el futuro del que depende un país,
y que sin su aportación a la sociedad, los beneficios sociales que disfrutan
las personas mayores no existirían.
Por
otro lado, nos hallamos ante una de las mayores crisis de legitimidad
institucional que se haya podido vivir en España. Ya sean políticas, económicas
o sociales, todas generan desafección ciudadana. Sin embargo, nuevamente, los
jóvenes son el colectivo peor parado en este campo, especialmente, aquellos que
nacieron en la democracia y se caracterizaron por cierto apoliticismo.
Ante
esta situación, han despertado y se han dado cuenta de que sus problemas no están
incluidos en la agenda política. Esta es la raíz del considerable rechazo
juvenil a muchas instituciones, partidos políticos y al ejercicio de la
política en general. Consideran que sus intereses y necesidades quedan
olvidados y cogiendo polvo en el fondo del gran baúl de los privilegios y
caprichos de los políticos. Los jóvenes comienzan a abrir sus ojos, empiezan a
ver que esto SÍ tiene remedio.
De
esta manera, se observa como la situación de España es tremendamente complicada
en estos momentos. Cinco millones de parados es más que un dato. Conviene
detenerse ante este dato y reflexionar lo que realmente supone esta
escalofriante cifra. Más de cinco millones de familias españoles sufren día a
día por encontrar un empleo, un salario digno, a la par que luchan por intentar
mantener su vivienda (entre otras cosas). A ello, hay que sumarle que la tasa
de de desempleo juvenil en nuestro país es la más alta de la Unión Europea.
Los
españoles se esfuerzan día tras día en formar a sus jóvenes desde que entran en
el parvulario hasta que, en muchísimas ocasiones, salen licenciados y con una
elevada cualificación. Es obvio que el gasto que este proceso supone es
sumamente importante, sin embargo, ¿de qué sirve este esfuerzo común de toda la
sociedad española si estos jóvenes al finalizar su formación no encuentran
trabajo y tienen que dirigir sus miradas fuera de nuestras fronteras? España se
está convirtiendo en los últimos tiempos en una auténtica fábrica de crear
cerebros y grupos altamente cualificados (ingenieros, profesores, biólogos,
médicos…) que al terminar sus estudios, hacen sus maletas y emigran a países
como Gran Bretaña, Alemania o Francia.
‘Mi
hijo ha terminado la carrera, pero como aquí no hay trabajo, se ha ido a
Inglaterra a ver si encuentra algo’. Esta frase se ha convertido en una
práctica cada vez más usual entre los españoles. Licenciados universitarios
españoles emigran en busca de empleo para no entrar a formar parte de la ‘generación perdida’.
Ante
esta situación, se puede llegar a un punto en el que empecemos a verle sentido
a las paradojas, comencemos a no ver cosas que realmente están ocurriendo por
mucho que no queramos verlas. Estos emigrantes empiezan a no valorar la
titulación universitaria ni a verle su utilidad en el paralizado mercado
laboral español. Una amenaza muy importante azota nuestro país: las
universidades se están devaluando.
Sumidos
en este panorama, cualquier cosa parece mejor que llamar inútilmente a la
puerta de las empresas españolas’. Emigrar se ha convertido en la mejor vía de
solución para encontrar un empleo que nuestro propio país no puede ofrecer.
España
se encuentra entre los seis países europeos con un mayor porcentaje de
población joven que expresa su deseo de coger las maletas e iniciar una nueva
etapa en otro país. La mayor parte de ellos gira en torno a la disyuntiva:
ampliar estudios o encontrar un trabajo. Únicamente, Islandia, Suecia,
Bulgaria, Rumanía y Finlandia nos supera en este aspecto. En el lado opuesto
encabezaría el ranking Turquía, Italia y Holanda.
La
crisis ha cambiado los tópicos. Ya no se busca un trabajo maravilloso para
tener dinero. Hace ya mucho tiempo que dejo de existir esa opción. Ahora, el
fin es encontrar trabajo. El horizonte del mercado laboral ya se ha desdibujado,
tu ciudad, tu provincia o comunidad autónoma ya quedaron atrás. La vista de las
personas que buscan empleo mira a Europa o al resto del mundo. Así, la
globalización ya no se reduce a las telecomunicaciones, Internet, economía etc…
ésta también incluye ya flujos migratorios.
Ante
esta alarma que suena hasta en el último rincón de España, la juventud española pide al 15-M que pase de la denuncia a la acción
para comenzar a cambiar las cosas. No debemos acomodarnos en los sofás de
nuestras viviendo criticando el complicado panorama en el que estamos inmersos.
No se puede reprochar a los políticos que cambien las cosas siendo sujetos
pasivos. Además, los jóvenes han de luchar por eliminar lo que muchos
consideran la generación ‘ni-ni’, es decir, ni estudias ni trabajas.
Según
el estudio realizado por la consultora PwC, el porcentaje de jóvenes españoles
que trabajará en el extranjero se incrementará en el 2050 en un 50% como
consecuencia directa de la anteriormente mencionada globalización. En sentido,
el informe refleja que entre los jóvenes nacidos a partir de 1980, el 82% ha
expresado su deseo de trabajar fuera de España y un 70% está convencido de que
no empleará su lengua materna para el ejercicio de su trabajo.
Si
le damos la vuelta y presentamos la otra cara de la moneda, resulta curioso
observar que los cinco millones de inmigrantes que recibió España durante
la bonanza económica de finales del
siglo pasado y comienzos del actual, permanecen estáticos en el país a pesar de
los elevados índices de desempleo que registran.
Por
este motivo, entre muchos otros, cada vez son más los jóvenes españoles que
optan por buscar un desarrollo profesional en el extranjero. Así, debido a todo
este entramado de problemas a los que se tienen que enfrentar, provoca que toda
su formación y aprendizaje sea utilizada para desarrollar e implementar a otros países de la Unión Europea. ¿Se
aprovechan de nosotros? No, simplemente no somos capaces de generar un sistema
adecuado, y por lo tanto, ese es el premio.
Junto
al paro y a la emigración juvenil, la relación puesto de trabajo y personal que
ejerce esa profesión no es la mejor en
estos momentos, siendo una vez más los jóvenes los más damnificados. Resulta
entristecedor que nuestro país no sea capaz de corresponder con un empleo digno
y a la altura de su cualificación a la generación más formada de nuestra
historia contemporánea. El 44% de los titulados superiores españoles de entre
25 y 29 años ocupan puestos de trabajo de cualificación inferior a sus estudios
frente a la media del 23 por ciento de la OCDE, según datos del informe
‘Panorama de la Educación’ 2010.
Los
motivos principales que justifican este tipo de alteraciones giran en torno al
incremento del nivel educativo de la población, los desajustes que se dan en
las estructuras de las ocupaciones y las distorsiones del mercado laboral.
Estas circunstancias dificultan de forma considerable el acceso al empleo de
los universitarios, devaluando así los títulos académicos, creando un
movimiento hacia los ámbitos administrativos
y descendiendo la ventaja relativa de los titulados. En este marco, la búsqueda
de empleo es determinante, debido a que pasado un determinado tiempo los
incentivos del joven a aceptar cualquier tipo de trabajo con independencia de
que su nivel educativo supere al que se requiere en la ocupación.
Por
otra parte, hay que mencionar que estos
jóvenes son quienes se han visto más afectados por la destrucción de empleos el
pasado año. Se habla mucho del elevado número de personas que han perdido
su puesto de trabajo, sin embargo, la mayor parte de la población no es
consciente de que casi el 60% de dichos trabajos eran desempeñados por jóvenes
de entre 16 y 29 años, según refleja la Encuesta de Población Activa (EPA)
difundida por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Concretamente, de los
600.600 empleos que desaparecieron en 2011, 356.600 se concentraban en este
sector de población, ceñido primordialmente entre los 20 y 29 años, dando como
resultado la pérdida de un 59,37% de ocupación en el ejercicio.
La
población española no debe permanecer inmóvil ante este tsunami de datos
escalofriantes. Dejémosle el hieratismo y la rigidez a los egipcios que tanto
les gustaba ver en sus esculturas y afrontemos de cara y unidos el desempleo
juvenil, uno de los problemas más graves de la economía española.
La
sociedad española aún no consciente del todo del peligro que esta situación
puede provocar, pues estamos experimentando casi sin darnos cuenta una
peligrosa huida de conocimiento que obstaculizará nuestro desarrollo hacia una
economía de valor añadido.
Todo
este conjunto de factores desemboca en lo que algunos denominan ‘la generación
decepcionada’. Es cierto que toda Europa se ve sacudida por una intensa
recesión que va hiriendo jóvenes de manera desproporcionada. Sin embargo,
España es uno de los países que peor sabe afrontar esta situación. En esta
senda, el movimiento 15-M quiere presentar y sacar a la luz los responsables
que han dado pie a ello.
Por
otra parte, es preciso tener en cuenta que una
de cada tres personas menores de 25 años está sin trabajo. Gran parte de
este colectivo no cuenta con un marco de referencia para posicionarse de manera
clara sobre lo que está sucediendo. Crecieron a lo largo de dos décadas de
bonanza y de potente desarrollo económico, asumiendo así que serían mejores que
sus padres, al igual que éstos lo fueron respecto a su generación pasada. Los
smartphones, la Wii o los ordenadores portátiles no han sido siempre los
regalos que los Reyes Magos de Oriente dejaban bajo la chimenea.
Los jóvenes españoles no pueden
comprar sus propias casas. Muchos de ellos se han visto
forzados incluso a volver a la de sus padres. Una generación completa está
viviendo en primera persona como se desmoronan sus ambiciones como si de un
castillo de chocolate expuesto al sol se tratase.
A
pesar de la grave situación, todos somos conscientes de que esto SÍ
tiene remedio. Una de ellas es el carácter emprendedor. Emprender es
sinónimo de creación de empleo, de ilusión, de creatividad. Precisamente, estos
son varios de los ingredientes esenciales que necesita nuestro país para salir
de esta espiral infernal.
El
movimiento 15-M aboga por esta salida como uno de los ejes imprescindibles para
salir de la crisis. Por ello, luchan contra bancos y banqueros y contra el
sistema corrupto en general para que todo vuelva a la normalidad y los créditos
puedan llegar a esos emprendedores que dibujan en un folio en blanco su sueño.
El 20% de los universitarios y jóvenes profesionales españoles interesados en
hacer un máster quieren ser emprendedores.
Nuestro
país no se caracteriza precisamente por este carácter rompedor y creativo, sin
embargo, la escasa salida laboral para los universitarios y la inseguridad
actual del mercado económico se ha traducido en un incremento del espíritu
emprendedor y en la ilusión de crear tu propia empresa.
El
20% de los universitarios y jóvenes profesionales españoles interesados en
hacer un máster le gustaría montar su propio negocio en un futuro, según los
datos extraídos del estudio realizado por Círculo Formación, consultora
especializada en educación y estudios de postgrado.
De
esta manera, la cifra de jóvenes que ha presentado su propio proyecto de montar
una empresa ha aumentado un 3% en los últimos años. La explicación es muy sencilla:
si no me dan trabajo, me lo fabrico yo mismo, es decir, ante la ausencia de
alternativas laborales y la inseguridad del mercado actual, el colectivo
juvenil opta por empezar de cero y construir su propio negocio.
Como
puente de acceso a este negocio del que venimos hablando, hasta un 40% de
jóvenes españoles decide realizar un máster financiado mediante sus propios
ahorros para realizar de una manera mucho más segura y profesional sus
proyectos profesionales. Esta acción
demuestra de una forma clara el interés que este colectivo despierta por tener
una formación más allá de la universidad.
Parece
que se vislumbran atisbos de esperanza e ilusión, pero, ¿cómo lograr un crédito
en plena época de crisis? ¿De dónde sacar el dinero que requiere montar un
negocio ante la espalda que todos los bancos muestran en la mayor parte de las
ocasiones? He ahí el problema.
Por
este motivo, entre muchos otros, el 15-M pide a la banca pública que ‘abran el
grifo’ de los créditos. Los indignados luchan por volver a poner sobre la mesa
la necesidad de volver a crear una banca pública teñida de democracia,
transparencia y libre de especulaciones.
Los
integrantes del 15-M se organizan para lograr que la actual infraestructura de
las cajas de ahorros sirva de base para la creación de una banca pública REAL,
que ponga a disposición de los ciudadanos y
de los proyectos económicos de más interés social el crédito necesario
para poder realizarlos. O lo que es aún más importante, que cumpla su función
de proveedor de créditos a familias, proyectos de jóvenes emprendedores y a
empresas. A corto plazo parece algo inalcanzable, incluso debido a la gran
desconfianza de la sociedad hacia nuestro sistema, algunos ven algunas de estas
salidas con tintes utópicos, sin embargo, el pueblo debe unirse más que nunca y
salir juntos de esta crisis, pero hemos de tener muy claro que esto SÍ tiene remedio.
El
15-M propone algunas medidas que muestran algunas salidas ante las injusticias
bancarias o el desempleo que deberían tenerse más en cuenta que otros aspectos
irrelevantes que en estos momentos preocupan a nuestros políticos. Los
indignados demandan un reparto del trabajo fomentando las reducciones de
jornada y la conciliación laboral hasta aniquilar el desempleo estructural, una
jubilación a los 65 años evitando los aumentos de la edad de jubilación para
acabar con el desempleo juvenil, bonificaciones para empresas con menos de un
10% de contratación temporal o seguridad en el empleo (imposibilidad de despidos colectivos o por causas objetivas en las grandes empresas mientras haya beneficios, fiscalización a corporaciones importantes para asegurar que nocubren con trabajadores temporales que podrían ser fijos).
Paralelamente,
los indignados claman un urgente control de las entidades bancarias. La
continuidad de este sistema es insostenible, y por ello, proponen la
prohibición de cualquier tipo de rescate o inyección de capital a estas
entidades, la elevación de los impuestos a la banca estableciendo un sistema
directamente proporcional al gasto social ocasionado por la crisis derivada de
su mala gestión, la devolución a las arcas públicas todo el capital público
aportado o la prohibición de inversión de bancos españoles en paraísos
fiscales, entre otras.
Existen
alternativas, existen esperanzas. Los
jóvenes deben de ser los primeros en autoconcienciarse de la enorme
responsabilidad que el país le ha otorgado casi sin planificarlo, apenas
sin darse cuenta. Por supuesto, la juventud no es la única encargada de
solucionar esta injusta situación, pero sí la que tiene la mayor parte de las
cartas entre sus manos.
El
15-M no es el único que confía en los jóvenes como vía canalizadora de la
crisis en la que cada uno de nosotros estamos sumergidos. También, grandes
economistas, sociólogos, científicos y el propio colectivo ciudadano les otorga
una gran confianza y extienden sus manos hacia ellos.
Eduard
Punset afirmó el pasado mes de noviembre en el Salamanca Social Science
Festival el ‘compromiso’ que los jóvenes tienen que liderar para encauzar una
salida a la crisis. El economista y pensador asegura además la importancia y el
uso que adquieren Internet y las redes sociales en concreto como antídoto para
esta enfermedad. Tal y como afirmó, ‘los jóvenes tienen el gran compromiso de
liderar la salida de la crisis, de una situación que no es cómoda’. Además,
aprovechando su intervención, les recordó la enorme responsabilidad que tienen,
porque si lo hacen mal, no se lo perdonarán.
Asimismo,
comentó: ‘al igual que en la antigüedad, cuando la manada estaba en una
situación de crisis, siempre se buscaba un liderazgo joven que pudiera
recogerse los pantalones, y si la crisis era atravesar un río, que lo cruzara
para alentar a los demás a hacerlo después’.
España
necesita otro modelo de crecimiento y empleo. Esto SÍ tiene remedio. A pesar de las diferentes vías que marcan
nuestros pensadores, el primero que tiene que creer en un futuro mejor es el pueblo español. La unión hace la
fuerza, ¡qué gran verdad! Necesitamos un cambio de rumbo, un giro de 360º que
comience asentando un nuevo modelo productivo. Sin embargo, no hay que
engañarse, para lograr ese futuro es imprescindible la intervención del Estado.
No cabe duda, el pueblo necesita obligatoriamente su participación, eso sí, con
un pequeño matiz sumamente importante: una acción sometida al control
democrático de sus ciudadanos.
Niños,
jóvenes, adultos, ancianos, todos han de luchar y combatir hasta llegar al
verdadero Estado Democrático y Social de Derecho. Es necesario aniquilar la idea que impide soñar. Asimismo, es hora
de sacar la coraza e ignorar a aquellos que dicen que en un mundo globalizado y
ferozmente competitivo ya no es posible permitirse el lujo de vivir en un
Estado de Bienestar. Curiosamente, quienes sostienen esta hipótesis son exactamente
los mismos que no fueron capaces de predecir ni manejar la gran crisis que
estalló ante sus miradas en el pasado verano del año 2008.
El
despertador debe de sonar. El pueblo debe levantarse de sus camas y pedir
responsabilidades a ese grueso de líderes que nos han sumergido en esta ola.
Hay que andar, correr, saltar, gritar, la movilización es la clave, la
cooperación y presentación de propuestas, el camino, y recuperación de la
ilusión y la dignidad, el destino. Claro que sí, juntos podemos. Esto SÍ tiene remedio.
Los
indignados han abierto los ojos a la sociedad española. Han mostrado a España y al mundo que estamos siendo
condicionados a pensar que debemos poner nuestro futuro en manos de los
políticos, de tal forma que parece que obviamos nuestra incapacidad de manejar
correctamente los problemas que nos acechan. El pueblo se ha acostumbrado a
entregarse a ellos, sin embargo, desde el pasado 15 de mayo esta dinámica, esta
amenaza, cambió.
España
es un gran país habitado por grandes personas. No debemos dejar que
nuestros políticos se hagan dueños de
nuestras ilusiones y objetivos, y mucho menos, de las de los jóvenes que deben
impulsar nuestra nación. Continuando esta línea, cabe destacar la carta que
Jesse Ventura, x-gobernador de Minnesota, escribió a los dirigentes del mundo:
“Ustedes controlan el mundo.
Ustedes han envenenado el aire que
respiramos, contaminado el agua que bebemos, y se han apropiado de los
alimentos que comemos.
Luchamos en sus guerras, morimos por
su causa, sacrificamos nuestras libertades para protegerlos.
Ustedes han liquidado nuestros
ahorros, destruyeron nuestra clase media, y utilizan el dinero de nuestros
impuestos para rescatar su codicia sin fin. Somos esclavos de sus empresas,
zombis de sus dictados, y los siervos de
su declive.
Con artimañas legales han robado
nuestras elecciones, han asesinado a nuestros líderes, y han privado a los
humanos de sus derechos fundamentales.
Ustedes son dueños de nuestros
activos, quitan nuestras fuentes laborales y destrozan nuestros sindicatos.
Ustedes se han beneficiado de los
desastres que provocan, desestabilizan nuestras monedas, y elevan el costo de
vivir a conveniencia.
Ustedes se han apoderado de nuestra
libertad, despojado nuestra educación, y extinguido nuestra llama de esperanza…
Estamos afectados… Estamos heridos… Pero no tenemos tiempo para sangrar.
Vamos a poner a los gigantes de
rodillas y asistiréis a nuestra revolución.”
Y
así fue. La revolución llegó canalizada en el movimiento 15-M impulsado por los
jóvenes para toda sociedad. España se unió para reclamar sus derechos y pedir
el fin de las injusticias y aberraciones que se están cometiendo.
La
idea de igualdad está muy fuertemente prendida en la gente joven. A pesar de
que no hayan necesitado luchar por ella, entienden a la perfección como
cualquier ser vivo cuando les falta algo. Por ello, si el sistema actúa a
contracorriente de la voluntad general, unamos fuerzas y cambiémoslo. Esto SÍ tiene remedio.
Está
claro. La indignación es un comienzo para marcar el inicio del cambio. ‘Uno se
indigna, se levanta y después ya ve’, señalaba Daniel Bensaid. En España se ha
ido pasando de manera progresiva del malestar a la indignación y de ésta a la
movilización. Por lo tanto, nos hallamos ante una ‘indignación movilizada’. Estableciendo
un paralelismo, se podría afirmar que se ha pasado del terremoto de la crisis
al gran tsunami de la movilización social.
Cuando
una persona inicia una lucha, no se ciñe exclusivamente a su malestar e
indignación, sino también debe de creer en la utilidad de la acción colectiva, en
que todo es posible de vencer y en
que no todo está perdido antes de empezar.
Es
cierto que en el Estado español hemos conocido durante años diferentes
movimientos sociales que han finalizado en derrotas. La ausencia de victorias
que muestren la verdadera utilidad de la movilización social y refuercen un
incremento en las expectativas de lo posible ha influido de forma determinante
en la lenta reacción inicial del pueblo español de cara a la crisis.
Sin
embargo, esa fase acabó. El 15-M rompió esta espantosa dinámica. En gran parte,
debemos dar las gracias al mundo árabe, que a través de sus revoluciones y
protestas, España despertó y pudo ver que la acción colectiva sí es
verdaderamente útil, y poco a poco, fue creyendo en que esto SÍ tiene remedio.
Junto
al convencimiento de que sí es posible, de que las cosas se pueden cambiar, la
pérdida del miedo pasa a un primer plano, pues en un momento de crisis tan
profundo como el actual, este hecho es determinante. Además, ‘sin miedo’ se ha
convertido en uno de los eslóganes del movimiento 15-M.
En
definitiva, es hora de crear un mundo mejor, es hora de poner las cartas sobre
la mesa. La rebelión de los indignados engloba todo este conjunto de ideas de
las que hemos venido hablando en una síntesis clara y teñida de esperanza:
“Somos personas normales y
corrientes. Somos como tú: gente que se levanta por las mañanas para estudiar,
para trabajar o para buscar trabajo, gente que tiene familia y amigos. Gente
que trabaja duro todos los días para vivir y dar un futuro mejor a los que nos
rodean.
Unos nos consideramos más
progresistas, otros más conservadores. Unos creyentes, otros no. Unos tenemos
ideologías bien definidas, otros nos consideramos apolíticos… Pero todos
estamos preocupados e indignados por el panorama político, económico y social que vemos a nuestro alrededor. Por
la corrupción de los políticos, empresarios, banqueros… Por la indefensión del
ciudadano de a pie.
Esta situación nos hace daño a todos
diariamente. Pero si todos nos unimos, podemos cambiarla. Es hora de ponerse en
movimiento, hora de construir entre todos una sociedad mejor”.
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